sábado, 28 de junio de 2008

Sistema nervioso de los calamares

PODRÍAN AYUDAR A CREAR REMEDIOS CONTRA EL ALZHEIMER

Calamares: claves para nuestro cerebro

George Langford, un científico estadounidense que lleva años estudiando el sistema nervioso de los calamares, cree que en el aparato primitivo de estos animales podrían estar las claves para descubrir los secretos del cerebro humano y por ende de las enfermedades degenerativas que lo afectan, como el mal de Alzheimer.

El científico, que trabaja en el laboratorio de Biología Marina de Massachussets, elabora una teoría respecto a cómo el cerebro recuerda y qué sucede en él cuando por ejemplo, una enfermedad como el mal de Alzheimer, le hace olvidar eventos recientes o pasados.

Para ello recibe diariamente cefalópodos recogidos cerca del muelle de Woods Hole, en Falmouth, los cuales diseca con el fin de estudiar las fibras de los calamares, llamadas axones o neuroejes gigantes, que son varias veces más grandes que las neuronas humanas, por lo que ofrecen oportunidades únicas de experimentación y observación.

Básicamente igual al sistema humano

Según explicó Langford, las fibras nervio de los calamares son un manojo de neuronas que transmiten impulsos eléctricos a un músculo para que este se contraiga y con ello el calamar se pueda impulsar en el agua. 

La neurona humana, en cambio, es mucho más pequeña, compleja y transmite señales más rápido, pero ambos sistemas nerviosos son básicamente iguales, por lo que aquello que se pueda descubrir de los calamares es aplicable a los humanos.

Hasta el momento se sabe que los calamares tienen cierto tipo de memoria con la que son capaces de reconocer a sus enemigos naturales e incluso de responder ante cuerpos similares a sus propias formas. Sus cerebros, al igual que el de los humanos, no tiene conexiones fijas del tipo computador y cambian continuamente.

Si Langford es capaz de identificar las proteínas en el esqueleto de la célula, se podrá saber qué proteínas faltan en el momento en que los motores moleculares envían la información de manera deficiente.

Sin embargo, la identificación de todas las proteínas no basta, pues “también hay que demostrar cómo éstas funcionan”, expresó.

Para Thomas Pollard, profesor de biología de la Universidad de Yale que ha trabajado con Langford, la contribución más importante de este estudio es el descubrimiento de los motores moleculares. “Antes del trabajo de George, los científicos se concentraban en estudiar vínculos que eran algo así como carreteras interestatales. 

Hoy día, su trabajo sugiere la presencia de un sistema de transporte a nivel local, como el que existe dentro de una ciudad’’, puntualizó.


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